Asco

El asco incluye la repulsión, la repugnancia, la aversión, las náuseas y la aprehensión. Algunos científicos, como Anne Schienle, afirman que tiene la finalidad de protegernos de elementos sucios, no comestibles, infecciosos o perjudiciales para nuestra salud, como alimentos en mal estado, deshechos o sustancias tóxicas.

La píldora que puedo tomarme para curarme de esas sensaciones desagradables hacia elementos no nocivos se llama racionalizar, cuestionándome mis creencias sobre lo que es “asqueroso” y “repugnante”, con preguntas como ¿qué efectos perjudiciales tiene tal elemento para mi organismo?, si no tiene, entonces ¿qué sentido tiene creer que algo es “asqueroso”?, ¿de dónde me viene esa creencia?, ¿quién me la inculcó?

Pero cuestionar y analizar no es suficiente, ya que con ello podemos convencer a la parte más racional de nuestro cerebro, que es el córtex, pero no a la parte más profunda y primitiva del mismo, a la que sólo podremos convencer con la experimentación, tal como sucedía con el miedo y la ansiedad. En la misma ha quedado asociado el elemento con asco a través del condicionamiento y para desasociarlo necesitamos aplicar el condicionamiento en sentido inverso, acercándonos a ese elemento. Al acercarme una y otra vez mi cerebro comprueba que no es perjudicial para mi organismo, por lo que va deshaciendo la asociación originaria. Si además de ello me doy algún premio o placer cada vez que me acerco al elemento, mi cerebro irá asociando ese elemento con placer.