(1) sentir, tomar conciencia y expresar lo negativo

 

 

El primer paso es sentir, tomar conciencia y expresar lo negativo. Las emociones negativas tienen la función de avisarnos de algo que no va bien, aviso que puede ser acertado o erróneo según los pensamientos que tengamos sean racionales o irracionales. Cuando no nos sentimos bien, muchas veces significa que nos conviene cambiar algo en nuestra vida, salvo que esas emociones desagradables estén provocadas o amplificadas por pensamientos irracionales, en cuyo caso lo que nos conviene cambiar son esos pensamientos. Estos mensajes de alarma están diseñados para ayudarnos, por lo que en vez de intentar negarlos, reprimirlos, suprimirlos y poner la cabeza bajo tierra como el avestruz haciendo ver que no existen es mejor que sintamos las emociones negativas.

También conviene dejar que emerjan en nuestra mente y tomar conciencia de las palabras, ideas e imágenes asociadas a esa emoción, de modo que obtengamos información y guía sobre qué hacer con ella. Enviamos acuse de recibo de todos esos mensajes y les demos las gracias por intentar protegernos. Al reconocer y permitir la existencia de una emoción o sensación, ello nos suele ayudar a que afloje y tome un tamaño más reducido, a hacernos amigos de ella y a no luchar contra ella.

Una vez hayamos tomado conciencia de que tal vez hay un problema, de forma natural e instintiva tendemos a necesitar expresarlo y analizarlo. Ello nos ayuda a analizar qué sucede, cuál es el problema, cuáles son sus causas y cuáles sus soluciones. Podemos describirnos a nosotros mismos mentalmente con palabras qué ha sucedido, qué pensamos y qué sentimos, cuáles son las causas, qué podemos solucionar y qué necesitamos aceptar. Es mejor si lo exponemos por escrito, pues ello nos ayuda a expresar, analizar y estructurar el problema de forma coherente. Podemos expresarnos también, si lo necesitamos, con otras personas.