Terapia cognitivo-conductual

La terapia cognitiva o terapia cognitivo-conductual es una forma de intervención psicoterapéutica en la que destaca de forma prominente la reestructuración cognitiva, la promoción de una alianza terapéutica colaborativa y métodos conductuales y emocionales asociados mediante un encuadre estructurado. Su hipótesis de trabajo es que los patrones de pensamiento, llamados distorsiones cognitivas, tienen efectos adversos sobre las emociones y la conducta y que, por tanto, su reestructuración, por medio de intervenciones psicoeducativas y práctica continua, puede mejorar el estado del consultante.

La terapia cognitiva o terapia cognitivo-conductual es un tipo de psicoterapia empleada para tratar la depresión, ansiedad, fobias, miedos y otras formas de problemas o trastornos psicológicos. La psicoterapia cognitiva también puede ayudarle con sentimientos de rabia, timidez o pánico.

La terapia cognitivo-conductual persigue reconocer el pensamiento distorsionado que origina los trastornos y aprender a reemplazarlo con ideas sustitutivas más realistas y positivas. No se trata de auto-engañarse con creencias o pensamientos excesivamente optimistas, sino de sustituir pensamientos negativos por otros más positivos que se ajusten a la realidad y a lo que es lógico.

La terapia cognitivo-conductual sostiene que la causa de muchas de las depresiones (pero no todas), ansiedad y otros malestares emocionales son los pensamientos irracionales.

Los creadores de este enfoque psicológico y terapéutico, para fundamentarlo, manifiestan haber apelado a antiguos tópicos de la escuela estoica de la filosofía griega, especialmente a aquéllos en los que pensadores como Epícteto manifiestan que no son los «hechos» objetivos mismos los que perturban la dinámica del «alma», sino lo que «pensamos» (he aquí el principio cognitivo) en nuestro interior, en nuestra subjetividad, sobre esos hechos. De esta manera, el control de las reacciones de nuestra emotividad y conducta puede permanecer de continuo en nuestras manos. O dicho de otro modo más taxativo: somos (hasta cierto punto) como los creadores de nuestra salud o enfermedad psíquicas, de nuestra dicha o de nuestra desdicha. La llamada Terapia racional emotiva conductual, a su vez, siempre ha operado con parejos principios. Es obvio que todo esto ha de ser especialmente valedero para las perturbaciones psicógenas manifiestas. Las distorsiones del paciente son denominadas por los fundadores de la doctrina como tríada cognitiva.

La tríada cognitiva consiste en tres patrones cognitivos principales que inducen a la persona a considerarse a sí mismo, su futuro y sus experiencias, de una manera más negativa de lo que realmente es en realidad:

  • El primer componente de la tríada se centra en la visión negativa de la persona acerca de sí mismo. Tiende a atribuir sus experiencias desagradables a un defecto suyo de tipo psíquico, moral o físico. Debido a este modo de ver las cosas, el individuo cree que, a causa de estos defectos es un inútil carente de valor. Por último, piensa que carece de los atributos esenciales para lograr el bienestar y la felicidad.

     

  • El segundo componente de la tríada cognitiva se centra, en el caso de la persona con depresión, a interpretar sus experiencias de una manera negativa. Le parece que el mundo le hace demandas exageradas y/o le presenta obstáculos insuperables para alcanzar sus objetivos. Interpreta sus interacciones con el entorno en términos de relaciones de derrota o frustración. Estas interpretaciones negativas se hacen evidentes cuando se observa cómo construye el individuo las situaciones en una dirección negativa, aun cuando pudieran hacerse interpretaciones alternativas más plausibles.

     

  • El tercer componente de la tríada cognitiva se centra en la visión negativa acerca del futuro. Espera penas, frustraciones y privaciones interminables. Cuando piensa en hacerse cargo de una determinada tarea en un futuro inmediato, inevitablemente sus expectativas son de fracaso.

     

El modelo cognitivo considera el resto de los signos y síntomas, por ejemplo de un síndrome depresivo, como consecuencia de los patrones cognitivos negativos. Por ejemplo, si el individuo piensa erróneamente que va a ser rechazado, reaccionará con el mismo efecto negativo (tristeza, enfado) que cuando el rechazo es real. Si piensa erróneamente que vive marginado de la sociedad, se sentirá solo.

Los síntomas motivacionales (por ejemplo poca fuerza de voluntad, deseos de escape o evasión) también pueden explicarse como consecuencias de las cogniciones negativas. La poca fuerza de voluntad viene provocada por el pesimismo y desesperación del sujeto. Si esperamos un resultado negativo, no podemos comprometerse a realizar una determinada tarea. Los deseos de suicidio pueden entenderse como expresión extrema del deseo de escapar a lo que parecen ser problemas irresolubles o una situación intolerable.

La creciente dependencia también se puede entender en términos cognitivos. Dado que la persona se ve como inepto y dado que sobreestima la dificultad de las tareas, espera fracasar en todo. Por este motivo tiende a buscar la ayuda, apoyo y seguridad en otros que él considera más competentes y capacitados. Por último, el modelo cognitivo también puede explicar los síntomas físicos de una depresión. La apatía y las pocas energías pueden ser consecuencia de la convicción del sujeto de que está predestinado a fracasar en todo cuanto se proponga. La visión negativa del futuro puede producir una inhibición psicomotriz.

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